Dr. Jorge Carrasco Cerda
Universidad de Magallanes – Chile
Crónica de una catástrofe anunciada, quizás sea el título de esta nota (emulando el relato del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez) que mejor describe lo ocurrido en el verano de 2024 en relación con el mega incendio en las provincias de Valparaíso y Marga-Marga.
A mediados del año 2023, cuando en el hemisferio norte se vivía el verano, se batían récords de temperaturas máximas y olas de calor en América del Norte, Europa y Asía, y mirábamos en las noticias de la televisión la ocurrencia de mega incendios forestales en Canadá, California, España, Grecia, Hawái; y otros eventos hidrometeorológicos extremos. Mientras tanto, en el hemisferio sur y en particular en Chile, la prolongada sequía que afectaba el centro-sur del país desde 2010, se interrumpía con inusitadas precipitaciones e inundaciones, batiendo récords de más de cincuenta años. Los eventos extremos, como los indicados, han aumentado en las últimas dos décadas y seguirán aumentando hacia mediados y fines del siglo 21.
Esta es, quizás una de las conclusiones más relevantes del último informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) el año 2021, en cuanto a que las consecuencias del cambio climático ya están ocurriendo.
La temperatura media global del aire superficial ha aumentado alrededor de 1.2 grados Celsius desde la era preindustrial y 1 grado desde mediados del siglo 20. Esto significa que actualmente la variabilidad intra- e interanual de la temperatura fluctúa en un promedio de alrededor de un grado más alto que en el siglo pasado. Por lo tanto, la probabilidad de ocurrencia (en términos de frecuencia y magnitud) de eventos extremos de calor es y será significativamente más alta. Además, en el año 2023 se desarrolló El Niño, evento climático natural de variabilidad interanual que provoca cambios en la circulación atmosférica que, en Chile, pueden favorecer inviernos lluviosos en la zona centro-sur y temperaturas por sobre lo normal.
Las predicciones climáticas trimestrales y semestrales a partir de mediados del año 2023 indicaban que El Niño alcanzaría su máxima intensidad en el verano de 2024.
Estos antecedentes ya hacían predecir para Chile un verano en donde la ocurrencia de una o más olas de calor era altamente probable y, con ello, que se den las condiciones atmosféricas favorables para la propagación de incendios forestales. La Corporación Nacional Forestal de Chile (Conaf) y quizás otros servicios y autoridades, estando en antecedentes de estas predicciones se prepararon y tomaron acciones con anticipación para mitigar y enfrentar la eventual ocurrencia de incendios forestales.
La zona central de Chile (La Serena – Concepción) presenta un clima mediterráneo con precipitaciones mayormente concentrada en los meses de invierno y veranos secos y calurosos. La circulación anticiclónica asociada a la alta presión permanente sobre el lado oriental del Océano Pacífico nos trae aire “fresco” del suroeste a lo largo de la costa centro-norte del país. La interacción océano-continente hace que durante el año con cierta frecuencia se desarrolle una circulación regional conocida como la “vaguada costera” que se propaga de norte a sur, modulando la nubosidad costera y vientos locales. En verano, el centro de alta presión está desplazado hacia el sur y eventualmente, junto al desarrollo de la vaguada costera, una dorsal se proyecta al sureste en la zona sur generando vientos sinópticos del sureste, un flujo desde el lado argentino cruzando la cordillera de los Andes y que afecta la zona central de Chile. En el lado chileno el aire desciende y se calienta por compresión adiabática, aportando a un aumento de las temperaturas normales de verano en sectores de precordillera y de los valles centrales, las que están dadas por los factores astronómico, orográfico y de características del suelo.
Lo anterior, nos indica que los factores atmosféricos que generan olas de calor son conocidas, y pronosticables a 5 días (con buen grado de certeza), e incluso a 7-10 días, aunque con menor probabilidad de acierto. También, desde el punto de vista meteorológico, las condiciones favorables para la propagación de los incendios forestales son conocidas y pronosticables y están dadas por la triada de temperaturas del aire sobre 30°C, humedad relativa menor a 30% y vientos mayores a 30 km/hora (el “30-30-30”). Es así como la Dirección Meteorológica de Chile el día 29 de enero ya advierte a través de un aviso agrometeorológico de la ocurrencia de un evento extremo de altas temperaturas máximas para los próximos 5 días (hasta el 2 de febrero) y que afectaría las regiones desde Coquimbo a La Araucanía. Aviso que fue replicado profusamente por los medios de comunicación, en particular la televisión en sus espacios dedicados al tiempo. El día 31 de enero, se actualiza y confirma el aviso extendiendo el evento hasta el día 3 de febrero con pronósticos de temperaturas máximas de 37-39°C, en los valles de la región de Valparaíso.
Así ocurrió.
Los días 4 y 5 los efectos de la vaguada costera se hacen sentir en la región de Valparaíso con ingreso de “aire marino” y nubosidad costera hacia el interior, las temperaturas máximas retornan a valores normales, dando por terminado el episodio de ola de calor.
Hasta aquí tenemos que, con anticipación de meses, debido al cambio climático y a la presencia de El Niño, se preveía para Chile un verano 2024 caluroso, con alta probabilidad de ocurrencia de olas de calor. Luego, a lo menos con 5 días de anticipación se pronosticó un episodio de más de tres días con temperaturas máximas extremas, es decir, una ola de calor. El evento meteorológico estaba anunciado. Las entidades públicas y privadas estaban en alerta. Sin embargo, la variable humana, incidental o intencional, es la menos predecible y aleatoria. Por lo que saber con anticipación en dónde y cuándo se iniciará un incendio se hace complejo y escapa a la predictibilidad meteorológica y la previsión y vigilancia de Conaf, Senapred (Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres) y otros organismos públicos y privados. Pero una vez detectado el o los focos de incendios y conociendo las condiciones meteorológicas reinantes y los pronósticos del tiempo, existen las herramientas y capacidades para pronosticar la propagación del fuego y alertar a la población con la debida anticipación e información comprensible para la toma de decisión.
El mega incendio del 2-4 de febrero 2024, quizás no sea el mayor incendio en términos de su extensión (alrededor de 17 mil hectáreas) y daños materiales, pero sí es el que más muerte ha producido con 133 fallecidos a la fecha y más de 11000 viviendas consumidas por el fuego, una destrucción que generó más de 50 mil toneladas de escombros e involucrará cientos de millones de dólares en reconstrucción.
Este mega incendio, como también los ocurridos anteriormente en el 2017 en la región del Maule que calcinó la localidad de Santa Olga, el de 2023 en la región de Biobío que arrasó la localidad de Santa Juana, y tantos otros; son ejemplos de la magnitud que pueden alcanzar las catástrofes bajo un nuevo escenario dado por el cambio climático.
Las predicciones indican que la ocurrencia de olas de calor en Chile seguirá en aumento en las próximas décadas, pero las olas de calor, no necesariamente deben ser sinónimos de incendios forestales, ni mucho menos que éstos alcancen magnitudes catastróficas.
Cada verano ocurren miles de incendios de diferentes magnitudes en Chile, por lo tanto, la probabilidad de que alguno de ellos se transforme en un mega incendio es alta, sobre todo en un escenario de calentamiento global.
A lo menos, el 60% de los incendios forestales se inician en la interfaz entre lo urbano y rural. Por eso, la prevención debe ser la clave para evitar que el fuego inicial crezca, se propague sin control y afecte sectores poblados. Lo ocurrido en Villa Botania en Quilpué durante el incendio del 2-4 de febrero, es un ejemplo de cómo la prevención puede ayudar a mitigar o incluso salvar del fuego a las casas y sus habitantes. La colaboración de la comunidad organizada y las entidades estatales (desde al gobierno central al local) es crucial para elaborar zona de cortafuegos, limpieza y reducción de material combustible como es la vegetación seca y la basura, entre otras iniciativas. El objetivo, es minimizar el riesgo de propagación de incendios forestales hacia áreas urbanas.
Se requieren desarrollar políticas públicas al respecto, quizás una modernización sinérgica e integrada de todas las entidades que tienen un rol en la prevención, control y extinción de los incendios forestales, y de acciones y mecanismos de recuperación post catástrofe cuando estas inevitablemente ocurran. En tal sentido, urge la discusión legislativa de proyectos en el Congreso.
Es hora de ocuparnos y no preocuparnos, las víctimas del futuro están en las decisiones del presente, lo que hacemos hoy condiciona el mañana. No hacer nada, por muy legítimas que sean las diferencias y disputas políticas, es irresponsable.
Mientras tanto, la Villa Botania nos dice que incluso bajo las actuales leyes es posible al menos prevenir y cuidar lo tuyo, de los beneficios de una comunidad organizada.
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